Distraídos y ocupados por las consecuencias de las crisis sanitaria y económica, la noticia de la captura del general Salvador Cienfuegos Zepeda, hace justo una semana en Estados Unidos –por lo que implica–, cimbró la vida nacional.
Se trata nada menos que del exsecretario de la Defensa Nacional durante el pasado sexenio; el militar de más alto rango y, por ende, el personaje de mayor envergadura en el país que haya sido involucrado con el narcotráfico.
Mucho se ha dicho desde entonces y otra oleada de comentarios seguirá exponiéndose durante los días, las semanas y los meses subsecuentes, dado que será sometido a un juicio largo que dará espacio a todo tipo de conjeturas. Por lo pronto, el martes pasado ocurrió la segunda y breve audiencia, que se limitó a la negativa de un juez de Los Ángeles, California a concederle libertad bajo fianza, ante la presunción de que pudiera huir.
Este viernes se firmará la orden para su traslado a Nueva York, donde será juzgado. Tengo la certeza de que el general Cienfuegos terminará siendo exculpado, como en su momento lo fue otro militar del mismo prestigio y grado, Tomás Ángeles Dahuahare, en circunstancias diferentes pero de igual modo sujeto a cargos infundados, a quien por cierto conocí hace años por razones de carácter familiar.
A propósito, debo reconocer que tengo enraizada una empatía natural con la milicia. Mis dos abuelos, mi padre, un tío, un hermano, un sobrino y en su momento mi suegro fueron miembros honorables del Ejército Mexicano. Por esa convivencia cercana, conozco, admiro y comparto su disciplina, honor, lealtad y amor por México, pero no es por ello que creo en la inocencia del ahora inculpado. Otras razones lo sustentan. Las enumero:
- El general Salvador Cienfuegos, así consta en su expediente, tiene una trayectoria sin tache. Su historial lo ubica incluso como ejemplar desde su ingreso como Cadete del Colegio Militar y se le reconoce por su larga aportación en la formación de miles de alumnos como director del Colegio Militar; subjefe de Doctrina Militar del Estado Mayor y director del Centro de Estudios del Ejército.
- Hay múltiples referencias de su eficiente y cabal desempeño al frente de la Quinta Región Militar (Jalisco, Colima, Nayarit, Zacatecas y Aguascalientes), Novena Región Militar (Guerrero), Primera Región Militar (Distrito Federal, Estado de México, Hidalgo y Morelos) y Séptima Región Militar (Chiapas y Tabasco), además como agregado militar y aéreo en las embajadas de México en Japón y Corea del Sur.
- Es difícil concebir que haya tomado la decisión personal de involucrarse en el narcotráfico después de 50 años de servicio y de ocupar los altos cargos en la Defensa Nacional, a sabiendas de un pronto retiro y con una solvencia económica suficiente para vivir con comodidad el resto de su vida.
- Tampoco se explica que el general Cienfuegos haya viajado a Estados Unidos en compañía de su familia, si sabía que podría estar bajo sospecha debido a la supuesta actividad ilegal de la que lo acusan. Pensar lo contario es ingenuo y lo que le sigue.
- Respecto a los cargos que se le imputan son a todas luces absurdos. Cualquiera imaginaría que el general Cienfuegos movía toneladas de droga, pero no es así. El magistrado en Los Ángeles le informó en la primera audiencia que se le acusa de “conspiración para importar un kilo de heroína, cinco de cocaína, 500 gramos de metanfetaminas y mil kilos de mariguana”. Los delitos habrían sido cometidos de diciembre de 2015 a febrero de 2017, época en la que ya ostentaba el alto mando de la Defensa Nacional. Al respecto tendría que considerarse que un año después de los supuestos actos delictivos que cometió y de los que ya tenían conocimiento las autoridades estadounidenses, el 20 de septiembre de 2018 el general Cienfuegos recibió el premio William J. Perry, de Excelencia en Seguridad, otorgado allá, nada menos que por la Universidad de la Defensa Nacional de los Estados Unidos.
- Resulta inaudito que nadie en México hubiera sospechado jamás de los presuntos malos pasos del general. Imposible que actuara solo. Siempre estuvo sometido a una caja de cristal, a la vista de todos y más aún en una estructura tan rígida y vertical como la del Ejército, donde las órdenes de arriba hacia abajo tienen eco y absoluta repercusión legal y administrativa. De haber delinquido, necesariamente se hubieran enterado algunos de los mandos y subordinados a su cargo, incluyendo los que ahora ocupan altas posiciones en la Secretaría, de modo que por inercia los hechos tendrían que haber trascendido. ¿En esa larga cadena, todos ellos son cómplices también?
- Tampoco es creíble que, de acuerdo a la acusación del Departamento de Justicia, el general, identificado en la investigación como El Padrino, recibía sobornos del grupo criminal de Juan Francisco Patrón Sánchez, El H2, un lugarteniente de los hermanos Beltrán Leyva que operaba en Nayarit y Sinaloa, abatido en febrero de 2017. De acuerdo al reporte oficial de la DEA, el organismo estadounidense que combate al narcotráfico y que sustentó la detención del general Cienfuegos, éste “protegía” a ese cártel de muy baja categoría y en proceso de extinción, cuyos jefes habían perdido la vida precisamente en un enfrentamiento con militares.
- Más inverosímil es que la DEA recopiló “miles de conversaciones” que el general realizó mediante un aparato de comunicación BlackBerry, mismas que son parte medular de las pruebas de su presunta participación delictiva. ¿Se imagina usted al Secretario de la Defensa Nacional negociando durante año y medio con narcotraficantes de medio pelo mediante un aparato telefónico sin tenerlo al menos encriptado?
- También suena insensato que buena parte de la acusación esté sustentada en declaraciones de testigos de los llamados “protegidos”, y que no son otra cosa más que narcotraficantes mexicanos recluidos en cárceles estadounidenses y que a base de proporcionar información pretenden reducción de sus penas, por lo que su credibilidad es sumamente cuestionada. Precisamente de esa información se desprende que traficó “miles de kilogramos” de cocaína, heroína, metanfetamina y marihuana a los Estados Unidos, incluida la ciudad de Nueva York.
- Sin pretender politizar el tema, la autoridad judicial deberá ponderar también la posible injerencia del gobierno estadounidense a través del fiscal acusador. Recuérdese que estamos a menos de un mes de la elección presidencial y que Donald Trump, quien amenazó hace poco de interferir en México contra el narcotráfico, está muy abajo en las encuestas. Añado por último que tardaremos en saber el epílogo de esta historia que definitivamente empaña a la institución y a la imagen del Ejército Mexicano, misma que por cierto figura desde hace años como una de las que más confianza y credibilidad inspira entre los mexicanos. Si llega a acreditarse su culpabilidad, que sea sancionado, pero hay motivos consistentes para dudarlo. Mientras, se debe reconocer que el daño está hecho, por más que se diga lo contrario.
Resarcirlo será tan sinuoso como complicado. Las Fuerzas Armadas son instituciones fundamentales para México y este lamentable acontecimiento las ha vulnerado en grado extremo. No obstante, estoy cierto que el tiempo pondrá a cada quien en su lugar.