En enero de 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que ese mismo año estaría funcionando en México “un sistema de salud de calidad, como los que hay en Dinamarca, Canadá o el Reino Unido”.
Y dijo que el IMSS, el ISSSTE y el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), estarían “en condiciones extraordinarias, con una realidad completamente distinta”.
Ha transcurrido desde entonces más de dos años y medio y seguimos igual o peor. Los hospitales públicos no denotan mejoría alguna, y el Insabi, que absorbió el millonario presupuesto que ejercía el noble programa del Seguro Popular, está prácticamente paralizado.
El sistema de salud en México está en franco deterioro, y eso lo sabe el presidente López Obrador.
Y tan lo sabe que, aun siendo tan reacio para reconocer errores, el pasado sábado aceptó que actualmente “el sistema de salud del país está mal, muy mal”.
En una gira por Chiapas, de manera explícita el mandatario asumió incluso que esa es, sin duda, “una asignatura pendiente” de su administración.
Aun así, fiel a su habitual recurso, AMLO encontró pretextos durante su mensaje al argumentar que no había sido posible “levantar” el sistema de salud en el país debido a la pandemia del Coronavirus.
Y culpó, desde luego, a los gobiernos anteriores “que buscaban la privatización de la salud”, por lo que volvió a lanzar otra promesa, ahora para garantizar “de verdad” el derecho a la salud para todos los mexicanos, que no falten medicinas y que el servicio sea eficiente y gratuito para todos.
Para ese propósito impulsa un nuevo programa, llamado “IMSS Bienestar”, mediante el cual pretende centralizar todos los servicios médicos del país, incluso –si los mandatarios lo permiten– los que manejan los gobiernos estatales.
Afortunadamente no es el caso de Puebla, donde se puede presumir que se cuenta con un muy eficiente sistema y, posiblemente, con José Antonio Martínez García, con el mejor secretario de Salud en el país.
El propio gobernador Miguel Barbosa ha destacado que en Puebla el derecho a la salud es una garantía, debido a que se cuenta con un sistema “muy grande y muy fuerte, quizá el más fuerte del país, que atiende al 70 por ciento de la población total, que es de casi seis y medio millones de habitantes”.
Además los hospitales poblanos funcionan a cabalidad, se acaban de rehabilitar y modernizar 5 centros y se invierte con recursos propios en equipamiento en otros, incluyendo el del Niño Poblano, además que se realizan jornadas especiales de atención en zonas marginadas en donde incluso se practican cirugías.
Al menos en Puebla, no hay interés por anexarse al esquema federal. Y aquí también es difícil volver a creer al presidente López Obrador en su nueva promesa de resarcir errores.
El caso del Hospital “La Margarita” del IMSS es más que simbólico para sustentar tales rechazos.
Ese nosocomio, que durante los días difíciles de la pandemia dejó ver buena parte de sus deficiencias, es una clara muestra de la incompetencia.
Durante los días más difíciles de la pandemia, con la acumulación de casos y de fallecidos, en “La Margarita” pudieron verse las peores escenas: largas filas en reclamo de atención, pacientes contagiados en los pasillos a falta de camas, carencia de equipos de oxigenación y de respiradores, desabasto de insumos y de medicamentos.
Ahí también han ocurrido casos de negligencia, como el del bebé Dante, que perdió la vida por atención tardía, o el de Lázaro, erróneamente reportado como muerto cuando su padre lo encontró con vida en plena morgue.
Durante este año, las fatalidades en el IMSS “La Margarita” se han venido acumulando.
A finales de marzo pasado circularon imágenes en redes sociales en las que se veía a decenas de derechohabientes –algunos incluso con suero instalado– en la sala de espera, debido a que no había camas disponibles.
Hubo también algunas quejas debido a que no había atención en el área de urgencias y se remitía a los enfermos a otros hospitales.
La propia delegación del IMSS justificó que el exceso en los servicios obedece en buena medida a la falta de un centro de salud que sustituya a San Alejandro, dañado severamente por el sismo de septiembre de 2017 y cuya estructura ni siquiera ha sido demolida.
Hace menos de un mes, trabajadores del hospital denunciaron la caída de un elevador, el que según dijeron, no está diseñado para funcionar en un nosocomio, mientras que autoridades negaron el desplome y aseguraron que se sólo se activó un seguro debido a un sobrepeso.
Y para colmo, este martes se produjo una fuga importante de agua al dañarse el sistema de tuberías. En escenas divulgadas en redes sociales se observan derrames sobre los techos y caída de plafones en el área de emergencias.
La delegación del IMSS explicó que hubo roturas en una tubería en el área de sótano junto a los checadores, lo cual provocó una fuga de agua que rompió plafones.
A este respecto, el líder del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social, Sergio Herrera Vázquez, dijo que la tubería se colapsó a falta de mantenimiento, y aseguró que también hay problemas con los elevadores y las calderas, y que con todas esas deficiencias no sólo están en riesgo los trabajadores, sino todos los pacientes y sus familiares.
Los ejemplos son patéticos y reflejan no sólo una cruda realidad, sino lo lejos que estamos de Dinamarca, de Canadá y del Reino Unido.
Es cierto, señor presidente López Obrador: el sistema de salud en el país está mal, muy mal, como lo reconoció.
Y sí es una asignatura pendiente de su gobierno, como lo es el desorden en el Insabi, la carestía de medicamentos y la falta de una estrategia inteligente en casos de crisis, como la que padecimos durante la pandemia.
¿Y aun así quiere desplazar con médicos cubanos a los profesionistas nacionales?
Mal, muy mal.