Este lunes se inicia el último tramo del mes con dos acontecimientos relevantes: el tan ansiado regreso masivo a clases presenciales y la intensificación de la campaña de vacunación contra la COVID-19.
Ambos temas debieran ser para el regocijo, pero por desgracia tienen sus asegunes al ocurrir en contextos de evidentes improvisaciones.
En cuanto al retorno a las aulas, que significa un enorme esfuerzo colectivo, resalta un sinnúmero de implicaciones. Si bien las condiciones sanitarias actuales son propicias para ello, hay muchos factores que pudieran afectar el pretendido proceso de “volver a la normalidad” en las escuelas.
La principal es que los niños y adolescentes incursionarán a un ambiente totalmente distinto al que estaban acostumbrados y se enfrentarán a situaciones de convivencia inéditos.
Es evidente que habrá muchos miedos e incertidumbres los que, como imperativo, habrá que ir superando.
Es posible incluso que muchos escolares reflejen problemas en su comportamiento, como efecto de las largas jornadas de confinamiento o por haber tenido experiencias dolorosas ante la pérdida de familiares o de personas cercanas a su ámbito social.
En estos casos, el acompañamiento psicológico será fundamental. La pregunta obligada es si hay capacidad para atender esas afectaciones que han dañado la salud mental de los menores.
En este nuevo entorno debe considerarse también que los alumnos padecen un rezago importante en su proceso de aprendizaje, por más que se hayan hecho esfuerzos para impedirlo.
Evaluar, adaptar las herramientas de enseñanza y ponerse al corriente, será todo un desafío para el magisterio, cuya capacidad está fuera de toda duda.
En el caso de Puebla, retornarán a las aulas poco más de un millón 647 mil alumnos, inscritos en casi 14 mil instituciones públicas y privadas de los niveles preescolar, primaria, secundaria y bachillerato.
Es de acotar que para casi la cuarta parte de escolares este lunes regresarán a sus planteles por primera vez, desde que la pandemia de COVID-19 empezó a causar estragos, mientras que otro tanto del alumnado había alternado sus estudios de modo híbrido.
En cualquier caso, todos afrontarán nuevas experiencias, algunas absolutamente inéditas. Para unos y otros, “volver a la normalidad” marcará sus vidas.
El regreso a clases para este lunes, lo he enfatizado el gobierno estatal, no es opcional y tiene carácter de obligatorio, si bien hay todavía algunos padres de familia e inclusive maestros que muestran todavía algunas resistencias, ninguna válida por cierto en esta coyuntura.
Lo que si debe lamentarse es que el gobierno federal haya aplazado la aplicación de la vacuna para menores de edad a partir de los cinco años. Otra cosa hubiera sido que los escolares regresaran a clases debidamente protegidos.
Se dijo que no había recursos para ello, pero también en su momento se criticó al gobierno por haber desdeñado a los menores en las jornadas de vacunación, e incluso de dijo que los casi mil 500 millones de pesos que se gastaron en la inútil consulta de revocación de mandato, mejor se hubieran utilizado para comprar vacunas para las y los niños de todo el país.
A este respecto, y en una reacción tardía, hubo un intento de insacular a los menores. Incluso, el presidente López Obrador anunció en su reunión con gobernadores estatales que había adquirido las vacunas a través del mecanismo Covax y que habría una jornada especial, lo cual resultó ser una mentira.
Esa versión fue desmentida puntualmente por la Organización Panamericana de la Salud, al asegurar que nuestro país tenía agotada la cuota de dosis que le correspondía.
En ese enredo reapareció el indeseable Hugo López-Gatell Ramírez, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de la Secretaría de Salud federal, para decir que a los menores de cinco a 11 años se les podría aplicar las vacuna contra la COVID-19 de la marca Sinovac, de China, o la cubana Abdala, de la cual afirmó que es “muy buena” y “una excelente opción”.
Lo que no dijo fue que ninguna de las dos está todavía debidamente acreditada para menores por la Organización Mundial de la Salud, de modo que habría que descartarlo.
“La OMS en este momento sólo tiene avaladas la vacuna de Pfizer para niños de más de cinco años y la vacuna de Moderna para adolescentes a partir de los 12 años, pero las demás están bajo evaluación”, advirtió el organismo.
Todo esto ocurre justo en el momento en que el gobierno federal promueve una intensa y emergente campaña de vacunación en el país, para lograr la mayor cobertura posible.
De acuerdo a cifras oficiales, 85.7 millones de mexicanos han completado el esquema de vacunación, pero apenas 46 millones han recibido la tercera dosis de refuerzo.
Ante ello, como no se había hecho antes, se han impulsado medidas extremas como poner a disposición las dosis en los centros de salud, incluso en plazas y centros comerciales, hasta en farmacias, en el caso del Estado de México.
El intento es bueno, pero hay que decirlo, el operativo de última hora obedece también a que una cantidad considerable de vacunas están a punto de caducar, debido a la inasistencia de muchas personas.
En este esfuerzo casi desesperado, en Puebla, además de las 767 unidades para la aplicación masiva del biológico, se habilitarán 14 módulos en la delegación de la Secretaría de Bienestar y 59 más en centros comerciales y parques, más otros módulos itinerantes.
De manera adicional, este fin de semana se anunció que habrá una jornada especial para aplicar una cuarta dosis de refuerzo para mayores de 65 años, que sigue siendo el segmento poblacional con los mayores riesgos.
Así se inicia una semana de múltiples ajetreos y diversos retos. El deseo es que las cosas se resuelvan de la mejor manera.
Fin de un mes con improvisaciones, que se ha caracterizado por actividades políticas candentes –revocación y una reforma enérgica frustrada–, además de la acostumbrada verborrea que mantiene viva la polarización social.
Y lo que todavía nos falta…